Zaratustra,
el primer psicólogo de los hombres buenos, es, por consiguiente, un
amigo de los malvados. Cuando una especie decadente de hombres ha
ascendido en categoría al rango de la especie más alta, no ha podido
elevarse de este modo sino en detrimento de la especie contraria, la
especie fuerte y vitalmente segura de hombre.
Cuando la bestia del rebaño irradia en la claridad de la virtud más pura, el hombre de excepción se siente forzosamente degradado a la categoría de malvado.
Cuando la mentira reclama a cualquier precio, para su óptica, la
palabra “verdad”, el hombre verdaderamente verídico se encuentra
designado con los peores nombres, Zaratustra no deja aquí ninguna duda:
dice que lo que le ha inspirado el terror del hombre es el conocimiento
de los hombres buenos, de los "mejores"; de esta repulsión le han nacido
alas, “para volar lejos hacia porvenires lejanos”.
No oculta
que su tipo de hombre, un tipo relativamente sobrehumano, es sobrehumano
precisamente con relación a los hombres buenos; que los buenos y los
justos llamarían demonio a su superhombre....
Hombres
superiores que mis ojos encuentran, esta es la duda que me inspiráis y
mi secreta risa: adivino lo que llamaréis a mi superhombre: ¡demonio!
Sois tan ajenos a la grandeza en vuestra alma que el superhombre os
parecerá "terrible" en su bondad...
De este pasaje y no de otro
hay que partir para comprender lo que Zaratustra quiere: esa especie de
hombres que él concibe, ve la realidad tal como ella es: es bastante
fuerte para ello. no es una especie de hombre extrañada, alejada de la
realidad, es la realidad misma, encierra todavía en sí todo lo terrible y
problemático de esta, sólo así puede tener el hombre grandeza...
Pero, también en otro sentido, yo he escogido la palabra inmoralista
como insignia y emblema de mí mismo. Estoy orgulloso de tener esta
palabra para distinguirme de la humanidad entera.
Nadie ha
sentido todavía la moral cristiana como algo que se encuentra por debajo
de él; para esto hacia falta una altura, una perspectiva, una
profundidad y una hondura psicológicas absolutamente inusitados hasta
ahora.
La moral cristiana ha sido hasta el presente la Circe
de todos los pensadores; todos ellos se pusieron a su servicio. ¿Quién,
pues, antes que yo ha descendido a las cavernas donde brota el aliento
emponzoñado de donde brota esta especie de ideal, ¡la difamación del
mundo!-?
¿Quién se atrevió siquiera a sospechar que éstas eran cavernas?
¿Quién antes que yo fue entre los filósofos un psicólogo, y no lo
contrario de un psicólogo, un “charlatán superior”, un “idealista”?
Antes de mí no ha habido psicología. - Ser en este punto el primero
puede constituir una maldición; pero en todo caso es un destino, pues se
es también el primero en despreciar...
La nausea por el hombre: he ahí mi peligro.
Nietzsche
Desde Nietzsche para los pobres
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