Mi
mano tomando la suya, mi olfato detecta y disfruta de su aroma de mujer,
adictivo, divino, tibio, que me invita a
seguir explorando toda su geografía, nuestras pieles se rozan, le doy todas las
caricias que tenía guardadas por tanto tiempo, porque ninguna mujer me había
hecho sentir lo que ella pudo.
Somos
dos extraños en un salón, nos vemos por vez primera, pero todo lo que detecto
es su humanidad, hermosa. Actuó sin pensar, soy todo animal, todo carne, en ese
momento cambiaria todo lo que tengo por un roce más. Aún cuando es por vez
primera que nos conectamos, no hay movimientos bruscos, todo es natural, todo
es armonía. El olor de su cabello me invita a arroparla con mis brazos, a sentirla
mía, puede ser que mas nunca nos veamos, pero nunca pertenecerá a alguien más
de lo que a mí ha pertenecido. Somos uno los dos, somos un caudal de energía
que fluye sin obstáculo alguno, me siento más vivo que nunca, sensible a
cualquiera de sus caricias, a sentir su respiración cerca de mi, a ser el
centro de su mirada, olernos, reconocernos. Algo me hace sentir que no es la
primera vez que la toco, aunque estoy seguro de que no la conocí antes de ese
día.