jueves, 27 de diciembre de 2012

Deseo.



Mi mano tomando la suya, mi olfato detecta y disfruta de su aroma de mujer, adictivo, divino, tibio, que me  invita a seguir explorando toda su geografía, nuestras pieles se rozan, le doy todas las caricias que tenía guardadas por tanto tiempo, porque ninguna mujer me había hecho sentir lo que ella pudo.

Somos dos extraños en un salón, nos vemos por vez primera, pero todo lo que detecto es su humanidad, hermosa. Actuó sin pensar, soy todo animal, todo carne, en ese momento cambiaria todo lo que tengo por un roce más. Aún cuando es por vez primera que nos conectamos, no hay movimientos bruscos, todo es natural, todo es armonía. El olor de su cabello me invita a arroparla con mis brazos, a sentirla mía, puede ser que mas nunca nos veamos, pero nunca pertenecerá a alguien más de lo que a mí ha pertenecido. Somos uno los dos, somos un caudal de energía que fluye sin obstáculo alguno, me siento más vivo que nunca, sensible a cualquiera de sus caricias, a sentir su respiración cerca de mi, a ser el centro de su mirada, olernos, reconocernos. Algo me hace sentir que no es la primera vez que la toco, aunque estoy seguro de que no la conocí antes de ese día.



martes, 25 de diciembre de 2012

Sobre verdad y mentira en sentido extramoral.

En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la “Historia Universal”: pero, a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza, el astro se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer. Alguien podría inventar una fábula semejante pero, con todo, no habría ilustrado suficientemente cuán lastimoso, cuán sombrío y caduco, cuán estéril y arbitrario es el estado en el que se presenta el intelecto humano dentro de la naturaleza. Hubo eternidades en las que no existía; cuando de nuevo se acabe todo para él no habrá sucedido nada, puesto que para ese intelecto no hay ninguna misión ulterior que conduzca más allá de la vida humana. No es sino humano, y solamente su poseedor y creador lo toma tan patéticamente como si en él girasen los goznes del mundo. Pero, si pudiéramos comunicarnos con la mosca, llegaríamos a saber que también ella navega por el aire poseída de ese mismo pathos, y se siente el centro volante de este mundo. Nada hay en la naturaleza, por despreciable e insignificante que sea, que, al más pequeño soplo de aquel poder del conocimiento, no se infle inmediatamente como un odre; y del mismo modo que cualquier mozo de cuerda quiere tener su admirador, el más soberbio de los hombres, el filósofo, está completamente convencido de que, desde todas partes, los ojos del universo tienen telescópicamente puesta su mirada en sus obras y pensamientos.

Friedrich Nietzsche



"Amar equivale a sufrir. Para evitar el sufrimiento, hay que huir del amor. Pero entonces, se sufre por no amar. Así que, amar equivale a sufrir; no amar equivale a sufrir; y sufrir equivale a sufrir. Ser feliz es amar. Entonces, ser feliz es sufrir. Sin embargo, sufrir le hace a uno infeliz. Por lo tanto, para ser feliz, uno debe amar o amar al sufrimiento o sufrir por sentir demasiada felicidad" . (Misterioso asesinato en Manhattan).

La amistad de las estrellas.

Éramos amigos y nos hemos vuelto extraños. Pero está bien que sea así, y no queremos ocultarnos ni ofuscarnos como si tuviésemos que avergonzarnos de ello.

Somos dos barcos y cada uno tiene su meta y su rumbo; bien podemos cruzarnos y celebrar juntos una fiesta, como lo hemos hecho - y los valerosos barcos estaban fondeados luego tan tranquilos en un puerto y bajo un sol que parecía como si hubiesen arribado ya a la meta y hubiesen tenido una meta.

Pero la fuerza todopoderosa de nuestras tareas nos separó e impulsó luego hacia diferentes mares y regiones del sol, y tal vez nunca más nos veremos - tal vez nos volveremos a ver, pero no nos reconoceremos de nuevo: ¡los diferentes mares y soles nos habrán trasformado!.

Que tengamos que ser extraños uno para el otro, es la ley que está sobre nosotros: ¡por eso mismo hemos de volvernos más dignos de estimación uno al otro! . ¡Por eso mismo ha de volverse más sagrado el recuerdo de nuestra anterior amistad!.

Probablemente existe una enorme e invisible curva y órbita de estrellas, en la que puedan estar contenidos como pequeños tramos nuestros caminos y metas tan diferentes -¡elevémonos hacia ese pensamiento!

Pero nuestra vida es demasiado corta y demasiado escaso el poder de nuestra visón, como para que pudiéramos ser algo más que amigos, en el sentido de aquella sublime posibilidad.

Y es así como queremos creer en nuestra amistad de estrellas, aun cuando tuviéramos que ser enemigos en la tierra.


Friedrich Nietzsche.