domingo, 27 de enero de 2013

La libertad de Sartre en "El existencialismo es un humanismo"

Para entender la libertad en Sartre es necesario primero comprender su tesis del existencialismo, ya que parece decirnos que la libertad se desprende de éste, o dicho de otra manera, no es posible entender la libertad sin entender que la existencia precede a la esencia. Al principio de su obra nos aclara que el existencialismo tiene dos vertientes: La cristiana, en el que sitúa a Jaspers y a Marcel, y la atea, en el que ubica a Heidegger y a él mismo.


El principio fundamental del existencialismo, sea el ateo o el cristiano, es que la existencia precede a la esencia. Para ilustrar este principio se sirve del siguiente ejemplo:


“Consideremos un objeto fabricado, por ejemplo un libro o un cortapapel. Este objeto ha sido fabricado por un artesano que se ha inspirado en un concepto; se ha referido al concepto de cortapapel, e igualmente a una técnica de producción previa que forma parte del concepto, y que en el fondo es una receta. Así, el cortapapel es a la vez un objeto que se produce de cierta manera y que, por otra parte, tiene una utilidad definida, y no se puede suponer un hombre que produjera un cortapapel sin saber para qué va a servir ese objeto. Diríamos entonces que en el caso del cortapapel, la esencia, es decir, el conjunto de recetas y de cualidades que permiten producirlo y definirlo precede a la existencia; y así está determinada la presencia frente a mí de tal o cual cortapapel, de tal o cual libro. Tenemos aquí, pues, una visión técnica del mundo, en la cual se puede decir que la producción precede a la existencia.” (El existencialismo es un humanismo, Pág. 4)


Con este ejemplo, Sartre nos dice que los objetos creados por el hombre con alguna finalidad específica, tienen por así decirlo, una esencia, un conjunto de características o propiedades que lo identifican y lo condenan a ser algo y solamente eso. Así pues, puede haber cortapapeles de distintos tamaños, modelos o colores, pero existe un concepto de cortapapel que es compartido por todos los modelos, tienen una finalidad, porque son útiles para alguna labor, y para nada más que esta. Nacieron como respuesta a una necesidad y existieron primero en la mente de su creador que en la realidad.


El hombre, por otro lado, no tiene esencia previa, no tiene una finalidad concreta, no nace como respuesta a una necesidad, parece no tener utilidad o algún fin último. Por esta razón considera Sartre que la existencia precede a la esencia, el hombre primero existe y después comienza a tener algún sentido, pero este sentido no es un sentido preconcebido, no es un sentido que está dispuesto para todos los hombres, porque no hay naturaleza humana, sino es el sentido que el hombre quiera otorgarse a sí mismo, con sus elecciones, y sobre todo con sus actos: “El hombre, tal como lo concibe el existencialista, si no es definible, es porque empieza por no ser nada. Sólo será después, y será tal como se haya hecho.” (El existencialismo es un humanismo, Pág. 4)


Sin embargo, dentro de esta libertad de realizarse, existen limitaciones; no es pues una libertad absoluta. Es decir, el hombre está limitado a ser hombre, y esto sale de nuestras manos. No podemos elegir ser otra cosa que un hombre; no podemos ser una piedra, o una silla, somos libres pero con una limitación, siendo ya lo que somos. 


Además de ser hombres, tenemos otra serie de limitaciones tales como la clase social en la que nacemos o nuestros rasgos físicos. Pero aunque no elegimos ser de una o de otra manera, tenemos la libertad de tomar la actitud que queramos ante estos hechos que escapan de nuestro campo de acción.


En este sentido es importante la negación de Sartre de lo que se considera “naturaleza humana”, ya que este concepto nos remite a un conjunto de características propias de todos los seres humanos y que significarían algún tipo de ente cohesionador. Para Sartre lo conocido por “naturaleza humana” fue un intento de los filósofos, específicamente de los filósofos ateos del siglo XVIII para deshacerse de la idea o el concepto de Dios sin aceptar que la existencia precedía la esencia.  


Esta ausencia de marco regulatorio absoluto, esta falta de un ente cohesionador que contenga a todos los individuos y que dicte un modo de actuar correcto y absoluto, sume al ser humano en un estado en el cual se sabe responsable de todos sus actos. La ausencia de una naturaleza humana, o de un Dios, obliga al hombre a elegir libremente, y al elegir, se va construyendo él mismo, ya que el hombre no es más que el conjunto de sus decisiones y de sus acciones. 


Aquí entonces nace la libertad sartreana. La libertad de Sartre nos dice que no hay nada por encima de nosotros que nos indique qué es lo correcto y qué no lo es, ni si quiera algo que nos indique si realmente existen cosas correctas e incorrectas. Y ante este desamparo, el hombre a través de su libertad se compromete con ciertas causas, toma ciertas decisiones y lleva a cabo ciertas acciones; es decir, el hombre tiene su libertad para perderla, para perderla comprometiéndose continuamente con causas que a él le parezcan loables, si es que es lo loable lo que busca. La vida es continuo compromiso, continua elección, porque no nos comprometemos hoy por el resto de nuestras vidas. El hombre, al estar siempre en situación, debe estar todo el tiempo dispuesto a comprometerse con nuevas circunstancias, a elegir en nuevos escenarios, a conquistar su libertad para perderla nuevamente.


Aunque Sartre niega la “naturaleza humana”, sí acepta la “condición humana”, y la entiende como la necesidad del hombre de estar en el mundo, relacionarse, interactuar y su condición de mortalidad, rasgo que comparten todos los hombres aún cuando presenten distintas realidades históricas, culturales, económicas, etc. Llega a aceptar que hay una universalidad del hombre, pero esta está en continua construcción. 

 Extracto de "La Libertad de Sartre en 'El existencialismo es un humanismo'" J.D.

domingo, 13 de enero de 2013

De la nostalgia de los domingos.


Los domingos son especialmente nostálgicos, parece que en nuestra manera de entender el tiempo, en ciclos, el domingo representa la despedida de un ciclo y la bienvenida de uno nuevo. El domingo lavamos la ropa, aseamos la habitación, pensamos en todo lo que tenemos que hacer el siguiente ciclo, y hacemos una especie de reflexión de lo que nos dejó el anterior. 



Para mí los domingos nunca fueron agradables. De niño me quejaba porque el lunes tenía clases nuevamente, y de no tan niño también; creo que este síndrome finalizó conjuntamente con mi pregrado, al menos en lo académico. Por otro lado, creo que todos los que trabajamos sabemos lo que se siente el domingo, no profundizaré en eso, pero estoy seguro en que podemos coincidir que la sensación no es gratificante.



 Pero para retomar lo nostálgico, que ciertamente no va por la parte académica o laboral, los domingos, no se si es por tener mucho tiempo libre, me hacen entrar en reflexión. Y aquí quiero diferenciar las reflexiones filosóficas de las que verdaderamente me causan nostalgia, que son las que tienen que ver con una ausencia, con un vacío, con una no-presencia de alguien; sí, de alguien.



Son muy interesantes las reflexiones filosóficas, ciertamente se llevan una gran parte de mi tiempo libre y se me hacen muy atractivas. Estas reflexiones me pueden llevar a sentimientos de angustia, desconcierto, de desamparo, pero no a la nostalgia.



Y lo peor de esta nostalgia, es que es extrañar lo que nunca estuvo, lo que nunca fue, es la sensación de que, no se en qué momento, ni en qué lugar, dejé escapar algo. 



Debo confesar que en estos momentos debería estar haciendo un breve ensayo filosófico que aún tengo pendiente, pero la verdad es que no pude empezarlo, porque como el que ha sentido esta nostalgia sabe, no te deja hacer más nada que ahogarte en ella misma. Llena cada poro de tu piel, no hay un espacio donde no haya una dosis de esta sensación. Y es que ella es así, abarca toda la geografía, la respiras, la degustas, la hueles. Ella quiere hacerse notar, y tiene éxito en su empresa. 



Pero aquí viene lo cautivador: no se por qué razón tengo la convicción de que llenar este vacío, acabar con esta no-presencia, cambiaría rotundamente mi mundo.  Y no solo el mío, siento que todos tenemos potencialmente esta nostalgia, solo que no en todos se desarrolla, y en los que la mantienen latente, o más aún, en los que parecen acabar con ella por completo, se acaban los domingos filosóficos, y si se acaban los domingos filosóficos (que son los días filosóficos por excelencia!!!), hay que imaginar la poca presencia que deben tener los cuestionamientos trascendentales el resto de la semana. 



No oculto mi interés en temas como la libertad, la justicia, la ciencia, y todo aquello que ha fascinado a los hombres en toda su historia, pero tengo la certeza de que cuando se ama a una mujer, cuando se llega al punto en el que no se siente la nostalgia, cuando no se piensa en la muerte, porque en ese momento la verdadera muerte es el fin del beso, y toda la atención está puesta en la próxima caricia, entonces importa poco o nada Platón, y la filosofía no es más que un pasatiempo. No quiero ser irrespetuoso con las mentes más brillantes de nuestra especie, no quiero renegar de toda su investigación, de sus análisis. A lo mejor soy yo un raro espécimen que le da más importancia a lo irracional, a lo humano, a aquello que muchos han rechazado por representar lo más básico. A lo mejor soy tan básico que cambio mi libertad por los brazos de la mujer que quiero, y me prefiero tras las rejas de sus pensamientos que en las bibliotecas. Pero es que si soy, como todos, tan efímero, tan mortal, ¿por qué prohibirme entonces darme por completo? Si darme por completo, total y eternamente, no es nada más que un pestañeo de la historia del todo. 



Siento que al superar la nostalgia sería capaz de dejar los libros por los besos, las clases por las escapadas al parque más cercano, y todos los planes futuros por una mirada más, sí, por sólo una más. Estaría desudo completamente ante la vida, pero ¿Acaso no es así como venimos al mundo? ¿Acaso no es así como nos quiere la vida? Desnúdame entonces amor, de toda nostalgia, y si has de dejarme alguna dosis, déjame sólo la de los domingos. 

J.D.


















martes, 8 de enero de 2013

Todavía no eres libre...

"Todavía no eres libre, todavía buscas la libertad. Tu búsqueda te ha vuelto insomne y te ha desvelado demasiado. Quieres subir a la altura libre , tu alma tiene sed de estrellas. Pero también tus malos instintos tienen sed de libertad."

F Nietzsche 



viernes, 4 de enero de 2013

Poema XV de Pablo Neruda.




Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
Déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

martes, 1 de enero de 2013


No te necesito para amarte.

Soy de esos que se enamora de las mujeres sin tan siquiera conocerlas, ¿será que el corazón está demasiado apresurado? ¿Será que no tiene más tiempo para "no amar"? ¿Será que estamos condenados a amar continuamente? ¿Amar aunque no nos amen? 

Siempre he pensado que el verdadero amor no debe necesitar una retribución, un "te amo" de vuelta. El verdadero amor, el desinteresado, debe ser gratificante por el solo hecho de sentirlo, se debe poder vivir del amor que se da y no pedir nada a cambio. Si se necesitara de algo a cambio, no sería entonces amor lo que sentimos, sería como un intercambio de mercancías, de inseguridades, de egos.

¿Y qué si te digo que te amo y no espero tu amor a cambio? ¿Y qué si te digo que con amarte me basta? ¿Y qué si te digo que no necesito conocerte para amarte? ¿Y qué si todo esto que escribo es una forma de decirte que te amo a escondidas desde hace días?

Este no es de esos amores dignos de obras literarias, este no es suficiente para escribir muchas páginas, quizá dos buenos párrafos, si lo estiramos bastante.

Este es un amor de esos que nunca serán contados, de esos que no recordaremos en unas semanas, de esos que nadie se entera, es un amor mío, y con eso me basta.

No te necesito para amarte...