Los domingos son especialmente nostálgicos,
parece que en nuestra manera de entender el tiempo, en ciclos, el domingo representa
la despedida de un ciclo y la bienvenida de uno nuevo. El domingo lavamos la
ropa, aseamos la habitación, pensamos en todo lo que tenemos que hacer el
siguiente ciclo, y hacemos una especie de reflexión de lo que nos dejó el
anterior.
Para mí los domingos nunca fueron
agradables. De niño me quejaba porque el lunes tenía clases nuevamente, y de no
tan niño también; creo que este síndrome finalizó conjuntamente con mi
pregrado, al menos en lo académico. Por otro lado, creo que todos los que
trabajamos sabemos lo que se siente el domingo, no profundizaré en eso, pero
estoy seguro en que podemos coincidir que la sensación no es gratificante.
Pero para retomar lo
nostálgico, que ciertamente no va por la parte académica o laboral, los
domingos, no se si es por tener mucho tiempo libre, me hacen entrar en
reflexión. Y aquí quiero diferenciar las reflexiones filosóficas de las que
verdaderamente me causan nostalgia, que son las que tienen que ver con una
ausencia, con un vacío, con una no-presencia de alguien; sí, de alguien.
Son muy interesantes las
reflexiones filosóficas, ciertamente se llevan una gran parte de mi tiempo
libre y se me hacen muy atractivas. Estas reflexiones me pueden llevar a
sentimientos de angustia, desconcierto, de desamparo, pero no a la nostalgia.
Y lo peor de esta nostalgia, es
que es extrañar lo que nunca estuvo, lo que nunca fue, es la sensación de que,
no se en qué momento, ni en qué lugar, dejé escapar algo.
Debo confesar que en estos
momentos debería estar haciendo un breve ensayo filosófico que aún tengo pendiente,
pero la verdad es que no pude empezarlo, porque como el que ha sentido esta
nostalgia sabe, no te deja hacer más nada que ahogarte en ella misma. Llena
cada poro de tu piel, no hay un espacio donde no haya una dosis de esta
sensación. Y es que ella es así, abarca toda la geografía, la respiras, la
degustas, la hueles. Ella quiere hacerse notar, y tiene éxito en su
empresa.
Pero aquí viene lo cautivador: no
se por qué razón tengo la convicción de que llenar este vacío, acabar con esta
no-presencia, cambiaría rotundamente mi mundo. Y no solo el mío, siento
que todos tenemos potencialmente esta nostalgia, solo que no en todos se
desarrolla, y en los que la mantienen latente, o más aún, en los que parecen
acabar con ella por completo, se acaban los domingos filosóficos, y si se
acaban los domingos filosóficos (que son los días filosóficos por
excelencia!!!), hay que imaginar la poca presencia que deben tener los
cuestionamientos trascendentales el resto de la semana.
No oculto mi interés en temas
como la libertad, la justicia, la ciencia, y todo aquello que ha
fascinado a los hombres en toda su historia, pero tengo la certeza de que
cuando se ama a una mujer, cuando se llega al punto en el que no se siente la
nostalgia, cuando no se piensa en la muerte, porque en ese momento la verdadera
muerte es el fin del beso, y toda la atención está puesta en la próxima
caricia, entonces importa poco o nada Platón, y la filosofía no es más que un
pasatiempo. No quiero ser irrespetuoso con las mentes más brillantes de nuestra
especie, no quiero renegar de toda su investigación, de sus análisis. A lo
mejor soy yo un raro espécimen que le da más importancia a lo irracional, a lo
humano, a aquello que muchos han rechazado por representar lo más básico. A lo
mejor soy tan básico que cambio mi libertad por los brazos de la mujer que
quiero, y me prefiero tras las rejas de sus pensamientos que en las
bibliotecas. Pero es que si soy, como todos, tan efímero, tan mortal, ¿por qué
prohibirme entonces darme por completo? Si darme por completo, total y eternamente,
no es nada más que un pestañeo de la historia del todo.
Siento que al superar la
nostalgia sería capaz de dejar los libros por los besos, las clases por las
escapadas al parque más cercano, y todos los planes futuros por una mirada más,
sí, por sólo una más. Estaría desudo completamente ante la vida, pero ¿Acaso no
es así como venimos al mundo? ¿Acaso no es así como nos quiere la vida? Desnúdame
entonces amor, de toda nostalgia, y si has de dejarme alguna dosis, déjame sólo
la de los domingos.
J.D.
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